Carles Riera
Carles Riera es Presidente del Centro Internacional Escarré para las Minorías Étnicas y las Naciones CIEMEN y ha sido miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial. Acaba de participar en los encuentros de la «Universidad de Invierno» que organiza Sortu, en los que ha defendido que Catalunya, Euskal Herria sigan adelante con sus procesos de autodeterminación, porque estos «construyen democracia».
Unilateralidad.«Tendremos que tomar medidas de unilateralidad para ejercer nuestra autodeterminación porque no hay nadie al otro lado para pactar»
¿De qué hablamos cuando nos referimos a una crisis de régimen y a qué nos referimos con una crisis de estado?
Son términos complejos y que pueden ser interpretados de muchos modos. En los debates que estamos abordando, por una parte vemos que hay distintas crisis, que confluyen ahora en el Estado. Hablamos de una crisis democrática, de una degeneración democrática en las instituciones del Estado y desde luego una corrupción y una degradación del sistema democrático como tal. En segundo lugar, hay una crisis económica y social profunda, esa crisis del sistema capitalista que llevamos años atravesando y que se resuelve siempre en mayor beneficio de las éites y en perjuicio de la población. Y luego tenemos una crisis a nivel nacional.
Hay tres naciones: Països Catalans, Euskal Herria y Galiza, que en distinta medida, distinto modo y en distintas fases de sus procesos, reclamamos que somos sujetos colectivos, que somos naciones y que tenemos derecho a decidir, a la autodeterminación. Esas tres crisis sumadas a la crisis del contexto global de Europa, sin duda, plantean escenarios de crisis del estado nacional español pero también de crisis de síntomas de fin del Régimen del 78.
Estamos analizando esos escenarios de crisis, qué oportunidades y qué retos nos plantean a Euskal Herria, Galiza y Països Catalans y cómo debemos incidir en esa crisis y qué alternativas plantear para que nos permitan un proceso de autodeterminación e independencia que además nos dé a nosotros los instrumentos para afrontar a nuestro modo la crisis económica, la estructura democrática, fundando en nuestros pueblos nuevas naciones que puedan forjar alternativas a estas crisis.
Cada vez capas más amplias de la sociedad perciben que el Estado no está al servicio del bien común y se abren grandes grietas hasta en cuestiones de estado. ¿Qué análisis hacen de esta situación?
El Estado español es un estado fallido. Hay en el contexto europeo una falla del estado nacional. El estado nacional tal como se ha construido está en un proceso de severa crisis, es una crisis del capitalismo pero también es una crisis del estado nacional en Europa y por tanto una crisis de la Unión Europea. Lo que pasa es que en el caso del Estado español, eso tiene unas particularidades ligadas a la crisis de los pilares de lo que fue el régimen y por otra parte hay una fractura en grandes cuestiones de Estado. ¿A favor de quién se están resolviendo las crisis socioeconómicas? A favor de la banca, de las élites, de las oligarquías, de una manera obvia. El Estado español hoy es un estado absolutamente al servicio de la economía financiera y de la economía especulativa y es un redistribuidor de recursos a gran escala de abajo a arriba, desde la economía productiva y desde la población hacia los grupos de poder económico. Hay que tener en cuenta que eso también forma parte del Régimen del 78, porque también consagra el estatus de privilegio que van a tener determinados monopolios, oligopolios… desde el punto de vista de una posición de privilegio en lo económico y de un gran poder político, de influencia en el aparato político, judicial… El Estado español no vela por el bien común, no tiene capacidad de dar respuesta política y democrática a los grandes asuntos de estado. Es un Estado que está en quiebra, porque ante cualquier debate democrático que ponga en cuestión su naturaleza y su configuración solo tiene respuestas represivas, despóticas o negativas. No hay capacidad de abordaje democrático.
¿La solución a las diferentes crisis pasa entonces por un cambio en las estructuras de poder?
Lo que planteamos es que al menos para los Països Catalans y para Euskal Herria nuestra mejor contribución a la regeneración democrática del Estado, a un cambio de régimen, a una ruptura democrática en el Estado es marcharnos. Nuestro compromiso, corresponsabilidad, solidaridad con el cambio político necesario en el Estado español, es marcharnos. Para nosotros este Estado ni es ni será un buen intermediario a través del que ejercer la solidaridad con otros pueblos, sino que debemos encontrar otros caminos, porque el problema está en la misma naturaleza del Estado, en su formación histórica, en su vocación y en su identidad. Con lo cual, ¿un cambio de régimen en el Estado español? Bienvenido, ¿un cambio democrático? Excelente ¿Un cambio que instaure una república? Nos parece excelente para los pueblos de España. Nosotros vamos a contribuir desde nuestro proceso de autodeterminación y de independencia generando procesos constituyentes en nuestros pueblos que nos permitan generar naciones libres, que tengan capacidad democrática y popular, con nuevas instituciones propias para poder dar respuesta a la crisis social, política, económica y democrática, y desde ahí dialogar y ser solidarios, pero no a través del Estado español, sino marchándonos.
Nuestra opción no es tanto implicarnos y comprometernos para un cambio en el Estado español, fruto del cual nos quedemos dentro, sino para una salida desde la que acentuemos y aceleremos el cambio y que desde la soberanía y desde la independencia podamos establecer relaciones de solidaridad, de apoyo mutuo con los pueblos de España que también puedan gozar de un nuevo escenario. Esa es nuestra estrategia. En cualquier caso, no podremos hablar nunca de verdadero cambio de régimen si eso no conlleva cambios fundamentales en lo que fueron los pilares del Régimen del 78. Por ejemplo, hay que reconocer que Països Catalans, Galiza, Euskal Herria son pueblos y sujetos colectivos de soberanía. No vale decir `oiga, nosotros les reconocemos el derecho a decidir pero vamos a decidir entre todos los españoles’, ahí hay trampa. Hay que modificar ese aspecto fundamental de la Transición, que no nos reconoce como pueblos. Tenemos que ser reconocidos como sujetos de soberanía, con el derecho de autodeterminación para ejercerlo unilateralmente, esa es una primera cuestión. Y desde luego, hay que cuestionar otros pilares fundamentales del Régimen del 78, el papel del Ejército como garante de la unidad de España, la prohibición legal constitucional de que entre comunidades autónomas podamos articularnos políticamente, caso de Navarra en Euskal Herria o de los Països Catalans, la Audiencia Nacional, las legislaciones especiales, etc. Un signo de verdadero cambio democrático sería la suspensión o anulación de esos pilares que definen su propia naturaleza de estado antidemocrático.
¿Cómo ven las naciones el escenario más próximo?
Con mucha preocupación, porque los efectos de estas tres crisis son graves sobre nuestros pueblos. Con mucha preocupación por el talante que muestra el Estado, que es absolutamente inflexible, despótico e intransigente. Con esperanza, porque la conciencia crece no solo en nuestros países, también en otros pueblos. Se ven cada vez síntomas de mayor movilización, de mayor conciencia. Lo que ha pasado en Grecia es esperanzador, en este sentido. Ojalá inicien una ola que se extienda por el sur de Europa.
En cuanto a nuestros procesos propios, estamos convencidos de que hay que seguir adelante por el camino que estamos siguiendo, cargándonos de razones, de legitimidad democrática, demostrando que nuestros procesos son procesos que construyen democracia, que construyen participación, en los cuales nuestra autodeterminación se va construyendo por el camino. No es solo un diseñó de un punto final, sino que por el camino vamos construyendo autorganización popular, soberanía, contrapoder, hegemonía, instancias e instituciones alternativas que nos permiten ir construyendo nuestras naciones, etc. Y que por el camino vamos construyendo democracia. Ir avanzando en ese camino y sin duda, más temprano que tarde es obvio que vamos a tener que tomar medidas de unilateralidad, en la medida que no hay nadie al otro lado para negociar o pactar.
Por el cambio
«Nuestra opción no es tanto implicarnos para un cambio en el Estado español, fruto del cual nos quedemos dentro, sino para una salida desde la que acentuemos y aceleremos ese cambio»